Egrégora masónica

EGREGOR O EGRÉGORA MASÓNICA

“Egregor” “egrégora”palabra de etimología griega significa velar, estar despierto, consciente, y hace referencia a conciencia alerta. Es un concepto esencial de la sociabilidad masónica sobre el que, a mi juicio, se han elaborado ciertas mistificaciones. En esto como en otros aspectos de la tradición masónica hay que optar por una hermenéutica filosófica o bien por una interpretación esoterista o gnóstica. Personalmente prefiero la interpretación filosófica, más genuinamente mediadora, abierta a todos y por ello más fiel al espíritu de las Constituciones de Anderson y a la postre más masónica. La egrégora sería algo así como la “sorge” heideggeriana, el cuidado, la atención que debemos prestar a nuestro ser. Heidegger distingue la Sorge, o cuidado, como el ser (ontológico) del Ser-ahí (Da-sein). Esa egrégora grupal es también personal: esa condición cuidadosa y alerta sería en última instancia nuestro ser original.

La interpretación filosófica no es incompatible con el sentido poético y simbólico del ritual pero evita las especulaciones mágicas y gnósticas del estilo de las del mago y ocultista francés Alphonse Louis Constant conocido por el nombre artístico de Eliphas Levi , que se refiere al egregor como el “príncipe de las almas” o del masón brasileño y gnóstico Rizzardo da Camino que define la egrégora como: “cuerpo Místico que se forma con sus propias peculiaridades, después de la apertura del Libro Sagrado, cuando todos se unen con las mentes para el acto de crear”.

Todo masón o masona habrá experimentado en algunos momentos, en logia, un especial sentido de comunión personal, afectiva e intelectual con los hermanos y hermanas con los que comparte el Rito, podemos llamar a eso la “egregora” y definirla como una sinergia colectiva, un fluir sutil que nos sintoniza a todos en torno a un proceso de esclarecimiento a la vez individual y colegiado. No son necesarias ni útiles en una logia que quiere ser, según la tradición andersoniana, Centro de la Unión las conceptualizaciones doctrinarias cuasi “sacramentales” que hablan de “alma grupal”, “ arquetipo que dirige el destino de la comunidad”, “ente psíquico”…

El Egregor se produce no por ningún factor mágico o sacramental sino por el poder de los ritos, por la comunión de las conciencias, por la sociabilidad fraternal de la logia y es en última instancia un fenómeno psicológico o si queremos espiritual, que nos facilita, en una atmósfera de confianza, la elevación o dignificación de nuestra conciencia que no goza habitualmente de esos estímulos en la atmósfera banalizada y aturdida de lo cotidiano. Estas egrégoras son deseables, necesarias, y es lícito pretenderlas como signo de cohesión esclarecida, a la vez del grupo y de la persona. Pueden existir otras egrégoras negativas si los sentimientos que dominan al grupo son una forma de ensoñación estupefaciente, cualquier clase de sectarismo, el simple egoísmo colectivo, las meras ambiciones compartidas, o la incapacidad autosatisfecha para la aceptación del bien y el rechazo del mal.

No hay nada de mágico en la egrégora: es el fruto de la sinergia psicológica de personas reunidas en la práctica de un ritual, en cierto modo es una especie de energía psíquica consecuencia de la comunión entre los participantes en el ritual.

La Egrégora masónica atribuye a los trabajos un carácter especial, más esclarecido que el de nuestra simple cotidianidad. Los Aprendices, Compañeros y Maestros, -hombres y mujeres- que participamos en el Ritual dejamos atrás nuestras diferencias y el ruido exterior e interior de “lo profano” y nos abrimos a la posibilidad de un encuentro con los otros en nuestra pura y desnuda humanidad.

No siempre lo logramos.

Pero siempre lo intentamos.

En logia no somos simples espectadores, nos esforzamos en realizar aportaciones con nuestra actitud siempre benévola–a veces silenciosa- y nuestras opiniones constructivas –siempre respetuosas- colaboramos así a la creación de esa egrégora particular a la que nos conectaremos emocionalmente, alimentándola, al mismo tiempo que nos alimenta a nosotros.

La egrégora afianza un sentido de pertenencia al grupo haciéndonos ser mejores, cuidadosos con la comunidad iniciática que es la logia, para no herirla o destruirla; la egrégora crea un sentimiento recíproco de que pertenecemos a la Logia, y la Logia nos pertenece, nos acompaña, nos reconoce y da testimonio de nosotros.

El sentido de pertenencia a la Logia fortalece el sentimiento de humanidad común, universal, y nos hace ver que todos nos pertenecemos mutuamente y por tanto debemos respetarnos y socorrernos.

La logia si es fiel a su sentido masónico trabaja activamente para crear egrégoras de liberación, de esclarecimiento, de compasividad.■ Javier Otaola

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